PRÁCTICAS DEL LENGUAJE 1RO A
TRABAJO PRÁCTICO 2
1)
Lean el siguiente cuento de Kafka:
EL VIEJO MANUSCRITO
Podría decirse que el sistema de defensa de
nuestra patria adolece de serios defectos. Hasta el momento no nos hemos
ocupado de ellos sino de nuestros deberes cotidianos; pero algunos
acontecimientos recientes nos inquietan. Soy zapatero remendón; mi negocio da a
la plaza del palacio imperial. Al amanecer, apenas abro mis ventanas, ya veo
soldados armados, apostados en todas las bocacalles que dan a la plaza. Pero no
son soldados nuestros; son, evidentemente, nómades del Norte. De algún modo que
no llego a comprender, han llegado hasta la capital, que, sin embargo, está
bastante lejos de las fronteras. De todas maneras, allí están; su número parece
aumentar cada día. Como es su costumbre, acampan al aire libre y rechazan las
casas. Se entretienen en afilar las espadas, en aguzar las flechas, en realizar
ejercicios ecuestres. Han convertido esta plaza tranquila y siempre pulcra en
una verdadera pocilga. Muchas veces intentamos salir de nuestros negocios y
hacer una recorrida para limpiar por lo menos la basura más gruesa; pero esas
salidas se tornan cada vez más escasas, porque es un trabajo inútil y corremos,
además, el riesgo de hacernos aplastar por sus caballos salvajes o de que nos
hieran con sus látigos. Es imposible hablar con los nómades. No conocen nuestro
idioma y casi no tienen idioma propio. Entre ellos se entienden como se
entienden los grajos. Todo el tiempo se escucha ese graznar de grajos. Nuestras
costumbres y nuestras instituciones les resultan tan incomprensibles como carentes
de interés. Por lo mismo, ni siquiera intentan comprender nuestro lenguaje de
señas. Uno puede dislocarse la mandíbula y las muñecas de tanto hacer ademanes;
no entienden nada y nunca entenderán. Con frecuencia hacen muecas; en esas
ocasiones ponen los ojos en blanco y les sale espuma por la boca, pero con eso
nada quieren decir ni tampoco causan terror alguno; lo hacen por costumbre. Si
necesitan algo, lo roban. No puede afirmarse que utilicen la violencia.
Simplemente se apoderan de las cosas; uno se hace a un lado y se las cede.
También de mi tienda se han llevado excelentes mercancías. Pero no puedo
quejarme cuando veo, por ejemplo, lo que ocurre con el carnicero. Apenas llega
su mercadería, los nómades se la llevan y la comen de inmediato. También sus
caballos devoran carne; a menudo se ve a un jinete junto a su caballo comiendo
del mismo trozo de carne, cada cual de una punta. El carnicero es miedoso y no
se atreve a suspender los pedidos de carne. Pero nosotros comprendemos su
situación y hacemos colectas para mantenerlo. Si los nómades se encontraran sin
carne, nadie sabe lo que se les ocurriría hacer; por otra parte, quien sabe lo
que se les ocurriría hacer comiendo carne todos los días. Hace poco, el
carnicero pensó que podría ahorrarse, al menos, el trabajo de descuartizar, y
una mañana trajo un buey vivo. Pero no se atreverá a hacerlo nuevamente. Yo me
pasé toda una hora echado en el suelo, en el fondo de mi tienda, tapado con
toda mi ropa, mantas y almohadas, para no oír los mugidos de ese buey, mientras
los nómades se abalanzaban desde todos lados sobre él y le arrancaban con los
dientes trozos de carne viva. No me atreví a salir hasta mucho después de que
el ruido cesara; como ebrios entorno de un tonel de vino, estaban tendidos por
el agotamiento, alrededor de los restos del buey. Precisamente en esa ocasión
me pareció ver al emperador en persona asomado por una de las ventanas del
palacio; casi nunca sale a las habitaciones exteriores y vive siempre en el
jardín más interior, pero esa vez lo vi, o por lo menos me pareció verlo, ante
una de las ventanas, contemplando cabizbajo lo que ocurría frente a su palacio.
—¿En qué terminará esto? —nos
preguntamos todos—. ¿Hasta cuándo soportaremos esta carga y este tormento? El
palacio imperial ha traído a los nómades, pero no sabe cómo hacer para
repelerlos. El portal permanece cerrado; los guardias, que antes solían entrar
y salir marchando festivamente, ahora están siempre encerrados detrás de las
rejas de las ventanas. La salvación de la patria sólo depende de nosotros,
artesanos y comerciantes; pero no estamos preparados para semejante empresa;
tampoco nos hemos jactado nunca de ser capaces de cumplirla. Hay cierta
confusión, y esa confusión será nuestra ruina.
2) Busquen
en el diccionario las palabras desconocidas.
3) ¿Cuál
es el extraño problema que ocurre en el cuento?
4) Describan
a los nómades (no copiar del cuento, reformular las respuestas).
5) Extraigan
tres palabras graves, tres agudas y dos esdrújulas.
6) Extraigan
tres palabras de acentuación especial y aclaren por qué llevan o no tilde.
7) Elaboren
un breve relato que cuente alguno de los hechos de la historia de Kafka pero
desde la perspectiva de los nómades (deberán ponerse en el lugar de ellos, como
si ustedes fueran uno de los nómades).
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